Después de un gran empacho y una borrachera monumental sobre economía, a marchas forzadas durante varios años y a costa de pocas horas de dormir, llegué al punto crucial del entendimiento de la esencia y naturaleza de las matemáticas, la economía, el sistema financiero y el dinero.
Al margen de relevantes teorías, ensayos, formulaciones, diagramas, propuestas, etc. de prestigiosos economistas en los que versa la ortodoxia académica formalista, siempre me llamaba la atención, ciertos patrones comunes, a la mayoría de ellos, independientemente de sus discrepancias teóricas, y era, la apropiación de la ciencia de las matemáticas para vincular y dar mejor validez y crédito a la economía. Este patrón y otros, me asaltaron y se revelaron a medio camino, cuando descubrí ciertos tesoros escondidos en la diversidad de publicaciones en diversas librerías de viejo.
Aún conservo con alegría dichos tesoros, entre otros, en mi particular biblioteca biológica, que sirvieron de inspiración del relato final y, que a fecha de hoy, he intentado desaprender casi todo, el casi, es sólo para la presente y poco más.
El arte de modelar cualquier figura con palabras asociadas, en orden y sentido interpretativo entendible para cualquiera, es sin duda producto del azar, por más voluntad y esfuerzo que realice cualquiera. La inspiración es el olor del agua de otros, recogida por voluntad propia, acumulada en el tiempo en nuestras neuronas siendo el alma de nuestros genes, realizándonos como seres únicos en un breve tiempo y espacio.
El siguiente breve relato intenta mostrar, una de tantas posibles figuras, para deleite de quien así quiera contemplar libremente, sin más condicionante que la sensibilidad de quien lo lea y el azar pueda deparar en el particular entendimiento. La interpretación que descubrí en las figuras entre las tapas mugrientas con olor entrañable enmohecido fue como sigue;
Un agricultor, salió un buen día a sembrar dientes de ajos en su tierra, entre octubre y noviembre. Pasados 3 meses de cuidados y riego abundante, dejó pasar un mes más para cosecharlos al punto.
El día de la cosecha temprano, salió de camino a su destino, a medida que se acercaba al campo, le parecía ver como unas hojas amarillas, verdes y moradas, bailando al son del viento y la luz cegadora del día.
Según se aproximaba, su asombro iba en aumento, sin lograr adivinar de qué se trataba semejante fenómeno. Al fin, cuando alcanza las primeras plantas casi se desmaya del susto, pues no podía dar crédito a lo que sus ojos en lágrimas por la luz del sol acertaban a ver.
Santo cielo!!, cómo es posible semejante prodigio y milagro de la naturaleza?
Se preguntaba incrédulo el pobre hombre.
Todo el campo sembrado de dientes de ajos, estaba lleno de billetes de Euros de diferente valor facial a modo de flores.
Pasado los momentos iniciales de asombro, tembloroso y sudando a borbotones, se puso a recolectar los billetes, primero despacio, después deprisa hasta correr al fin, al borde de la locura, atesorando como podía en sacos todos los billetes de Euros hasta terminar.
Recogidas las herramientas y una vez subido al tractor, antes de arrancar, miro de reojo y viendo el remolque lleno de sacos, se quedó paralizado ante el cúmulo de pensamientos; a dónde ir, qué hacer, y al momento, todo en uno, le surgieron multitud de dudas, preguntas, sentimientos y emociones encontradas.
Después de pensar durante mucho rato, con la emoción contenida en un puño, al final decide ir al cobertizo y esconder a buen recaudo el tesoro recién cosechado.
Al tiempo, los vecinos le preguntaban qué tal la cosecha?, respondiendo a todos por igual; bien como siempre.
Temeroso de que descubrieran su fortuna, procuró gastar como siempre acostumbraba, con modestia, conforme a su condición, dejando transcurrir el resto del tiempo en sus tareas habituales hasta la siguiente cosecha.
De pronto, sin dar opción a reacción alguna, un día descubre, que los billetes se habían podrido todos y eran inservibles, sin que apenas hubiera gastado unos pocos, habiendo perdido la oportunidad de hacer algo de provecho, para sí mismo, familia, amigos y vecinos.
Así pues, desde entonces tengo el convencimiento, de que llegará el día en que el dinero será como los ajos, mientras sean de temporada y estén disponibles para todos, serán aprovechables.
Y como decía Alejandro Dumas, “No estimes el dinero en más ni en menos de lo que vale, porque es un buen siervo y un mal amo”.
Sólo quisiera, poder llegar a tiempo de ver el prodigio de la naturaleza convertida en un guiso.
Buen provecho.
Al margen de relevantes teorías, ensayos, formulaciones, diagramas, propuestas, etc. de prestigiosos economistas en los que versa la ortodoxia académica formalista, siempre me llamaba la atención, ciertos patrones comunes, a la mayoría de ellos, independientemente de sus discrepancias teóricas, y era, la apropiación de la ciencia de las matemáticas para vincular y dar mejor validez y crédito a la economía. Este patrón y otros, me asaltaron y se revelaron a medio camino, cuando descubrí ciertos tesoros escondidos en la diversidad de publicaciones en diversas librerías de viejo.
Aún conservo con alegría dichos tesoros, entre otros, en mi particular biblioteca biológica, que sirvieron de inspiración del relato final y, que a fecha de hoy, he intentado desaprender casi todo, el casi, es sólo para la presente y poco más.
El arte de modelar cualquier figura con palabras asociadas, en orden y sentido interpretativo entendible para cualquiera, es sin duda producto del azar, por más voluntad y esfuerzo que realice cualquiera. La inspiración es el olor del agua de otros, recogida por voluntad propia, acumulada en el tiempo en nuestras neuronas siendo el alma de nuestros genes, realizándonos como seres únicos en un breve tiempo y espacio.
El siguiente breve relato intenta mostrar, una de tantas posibles figuras, para deleite de quien así quiera contemplar libremente, sin más condicionante que la sensibilidad de quien lo lea y el azar pueda deparar en el particular entendimiento. La interpretación que descubrí en las figuras entre las tapas mugrientas con olor entrañable enmohecido fue como sigue;
Un agricultor, salió un buen día a sembrar dientes de ajos en su tierra, entre octubre y noviembre. Pasados 3 meses de cuidados y riego abundante, dejó pasar un mes más para cosecharlos al punto.
El día de la cosecha temprano, salió de camino a su destino, a medida que se acercaba al campo, le parecía ver como unas hojas amarillas, verdes y moradas, bailando al son del viento y la luz cegadora del día.
Según se aproximaba, su asombro iba en aumento, sin lograr adivinar de qué se trataba semejante fenómeno. Al fin, cuando alcanza las primeras plantas casi se desmaya del susto, pues no podía dar crédito a lo que sus ojos en lágrimas por la luz del sol acertaban a ver.
Santo cielo!!, cómo es posible semejante prodigio y milagro de la naturaleza?
Se preguntaba incrédulo el pobre hombre.
Todo el campo sembrado de dientes de ajos, estaba lleno de billetes de Euros de diferente valor facial a modo de flores.
Pasado los momentos iniciales de asombro, tembloroso y sudando a borbotones, se puso a recolectar los billetes, primero despacio, después deprisa hasta correr al fin, al borde de la locura, atesorando como podía en sacos todos los billetes de Euros hasta terminar.
Recogidas las herramientas y una vez subido al tractor, antes de arrancar, miro de reojo y viendo el remolque lleno de sacos, se quedó paralizado ante el cúmulo de pensamientos; a dónde ir, qué hacer, y al momento, todo en uno, le surgieron multitud de dudas, preguntas, sentimientos y emociones encontradas.
Después de pensar durante mucho rato, con la emoción contenida en un puño, al final decide ir al cobertizo y esconder a buen recaudo el tesoro recién cosechado.
Al tiempo, los vecinos le preguntaban qué tal la cosecha?, respondiendo a todos por igual; bien como siempre.
Temeroso de que descubrieran su fortuna, procuró gastar como siempre acostumbraba, con modestia, conforme a su condición, dejando transcurrir el resto del tiempo en sus tareas habituales hasta la siguiente cosecha.
De pronto, sin dar opción a reacción alguna, un día descubre, que los billetes se habían podrido todos y eran inservibles, sin que apenas hubiera gastado unos pocos, habiendo perdido la oportunidad de hacer algo de provecho, para sí mismo, familia, amigos y vecinos.
Así pues, desde entonces tengo el convencimiento, de que llegará el día en que el dinero será como los ajos, mientras sean de temporada y estén disponibles para todos, serán aprovechables.
Y como decía Alejandro Dumas, “No estimes el dinero en más ni en menos de lo que vale, porque es un buen siervo y un mal amo”.
Sólo quisiera, poder llegar a tiempo de ver el prodigio de la naturaleza convertida en un guiso.
Buen provecho.
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