El País publica el reportaje “Entre el derecho y la ideología”, - Donde acaba el derecho y empieza la ideología. Los jueces son reacios a admitir que los prejuicios a menudo condicionan las sentencias - El sistema de acceso ha favorecido que la judicatura sea mayoritariamente de signo conservador
Efectivamente, los jueces, pueden tener prejuicios y condicionantes los que sean para interpretar las leyes, dejando al margen preferencias personales y servidumbres. El que puedan actuar así, obviamente, no es atribuible a los jueces exclusivamente, pues en parte, se debe a las deficiencias del sistema social y la connivencia de los legisladores políticos y parte de las élites privilegiadas.
Es posible en parte, un interés y dejadez de asunción de responsabilidades del legislador, y también una falta de adecuación y actualización del marco de referencia.
Si a este escenario se aúna, el desinterés y desconocimiento de la mayoría de los ciudadanos, tenemos el resultado de desconcierto y, entre otros, multitud de comportamientos y actitudes ajenas a la inteligencia consciente y objetiva libre de condicionantes que debería de prevalecer en el ejercicio y administración de la justicia, entre otros muchos aspectos sociales.
Si la democracia se aproximara al nivel y punto de equilibrio de progreso alcanzado, posiblemente el funcionamiento de la justicia y los jueces mejoraría en bien del interés general.
Así, el problema no es la justicia ni los jueces, el problema somos nosotros, las personas que mayoritariamente no nos ponemos de acuerdo en actuar en bien e interés general y la falta de adecuación y equilibrio del progreso que necesita una actualización continuada en todos los aspectos sociales con el mínimo de condicionantes posibles.
Efectivamente, los jueces, pueden tener prejuicios y condicionantes los que sean para interpretar las leyes, dejando al margen preferencias personales y servidumbres. El que puedan actuar así, obviamente, no es atribuible a los jueces exclusivamente, pues en parte, se debe a las deficiencias del sistema social y la connivencia de los legisladores políticos y parte de las élites privilegiadas.
Es posible en parte, un interés y dejadez de asunción de responsabilidades del legislador, y también una falta de adecuación y actualización del marco de referencia.
Si a este escenario se aúna, el desinterés y desconocimiento de la mayoría de los ciudadanos, tenemos el resultado de desconcierto y, entre otros, multitud de comportamientos y actitudes ajenas a la inteligencia consciente y objetiva libre de condicionantes que debería de prevalecer en el ejercicio y administración de la justicia, entre otros muchos aspectos sociales.
Si la democracia se aproximara al nivel y punto de equilibrio de progreso alcanzado, posiblemente el funcionamiento de la justicia y los jueces mejoraría en bien del interés general.
Así, el problema no es la justicia ni los jueces, el problema somos nosotros, las personas que mayoritariamente no nos ponemos de acuerdo en actuar en bien e interés general y la falta de adecuación y equilibrio del progreso que necesita una actualización continuada en todos los aspectos sociales con el mínimo de condicionantes posibles.
Ahora bien, parece razonable que, en el ejercicio y administración de la justicia como bien de interés general, los jueces deberían de actuar con independencia, libertad y profesionalidad, dejando sus condicionantes por idearios o preferencias en su ámbito personal. Actuando así, además de rigor mostrarían una actitud y pautas de conducta a seguir como ejemplo a los ciudadanos.
Cuando un Juez no pueda actuar con autonomía e imparcialidad, mejor sería se abstuviera, y si considera necesario plantear la objeción de conciencia, a consecuencia y resultas de serle inasumible el ejercicio puntual de la justicia, que así sea, pues por encima de las obligaciones profesionales están los derechos humanos.
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