miércoles, 14 de septiembre de 2011

Para aprender, perder


Lluís Bassets publica en su blog “Cosas que se pueden perder en una crisis”. Desde la altura de un observatorio se puede ver con un equipo potente, una mosca a una distancia de varios millones de años luz, pero, no se puede apuntar siquiera a la puerta de la entrada del observatorio.


Aquí abajo a pie de calle, nadie parece tener miedo de nadie ni por nada. Es más, luce buen día, las terrazas y calles están concurridas de personas con sus cosas y, el ajetreo parece el de siempre. Si quieres, inquietud e incertidumbre por la sensación de inminencia, de no se sabe bien de qué, que nos quieren hacer ver con intención de vete a saber quién y los media. ¡¡Hay crisis!! ¿De qué, porqué y para quién?

La impresión general es de que estamos como siempre, con alguna excepcionalidad o relevancia de vez en cuando. Vamos, que casi todo está en su sitio. Una cuestión son las sensaciones, otra las percepciones, otra muy distinta la interpretación y la conclusión final si se quiere provisional. Como dice Punset, “No hay nada más incierto que la percepción del mundo exterio”, esto y mucho más, lo sabe la inmensa mayoría, incluso inconscientemente.

Este ruido mediático suena más al de los tambores de galeras, para imprimir ritmo a los esclavos y darle con brío a los remos, que a una nave que se esté hundiendo a consecuencia de un choque o incendio. La galera navega a buen ritmo y segura, mientras queden provisiones y se les dé de comer a los esclavos, relevándolos justo antes de desfallecer por el agotamiento con los abundantes de refresco. La tripulación está en su sitio bien nutrida, pertrechada y con relevo seguro cuando llegue a puerto. Curiosamente, la galera y las provisiones la pagan los esclavos con sudor, lágrimas y algo más.

La inmensa mayoría, inconsciente o conscientemente, ya saben el rol que toca desempeñar a cada cual, y, hace tiempo dejaron el miedo en la cuna. El caso es, que la mayoría de esclavos siguen aspirando a la libertad, siempre contenida por un plato de comida y poco más de utilidad. Ciertamente se disfruta de más comodidades ganadas a pulso y sangre, pero lo esencial e innato en las aspiraciones de los seres humanos sigue intacto pendiente. Veremos por cuanto tiempo.

El miedo de tenerlo, más lo tienen los tripulantes ejecutores, defensores y protectores, durante la travesía sin estar en puerto seguro, que los esclavos que nada tienen que perder si se amotinan en cualquier momento. Añadir que, no hay puerto ni lugar seguro para nadie en caso de revuelta.

De llegar a mayores, si se produce el motín, ningún tripulante estará a salvo y la mayoría de los esclavos que sobrevivan alcanzarán la libertad.

http://lacomunidad.elpais.com/montejb/posts

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